martes, 7 de junio de 2011

3 de Mayo, 2011 Ignorancia

Nunca quise palacios, ni rosas, ni príncipes azules prometiendo amor eterno. Solamente le pedía a la vida minutos de paz. Esos minutos rozando unos labios carnosos, momentos en los que el corazón latía de forma acompasada y débil. Siempre he querido hacer feliz a alguien que fuese lo suficientemente importante en mi vida, entregarle todo lo mejor de mí a cada momento y sentirme especial para esa persona. Porque esa persona sí era mi mundo, y yo quería ser el mundo para él. Nunca olvidaré su olor, ni su calma, ni los recuerdos. Estos malditos recuerdos que hoy hacen que por mis mejillas resbalen lágrimas buscando morir en unos labios resecos que sólo el tiempo volverá a humedecerlos. Yo era feliz con él, a pesar de todo el daño que, inconscientemente, me hacía. Nunca tuve fuerzas de explicarle todo lo que mi pecho necesitaba contarle, aquello que siempre me atormentó. Yo sabía que no le merecía, pero también sabía que sin él no podía vivir. Era una fuerza sobrenatural que me obligaba a estar atada a él, pero no me importaba. Porque yo le amaba. Por encima de cualquier defecto. Sin medida. Y esa fue mi condena.

1 comentario:

  1. Recuerda...que lo que no nos pertenece, no puede estar a nuestro lado, y más cuando tenemos tanto por qué dar..Aún anda perdida la persona a la que le podrás brindar lo que sientes y lo que eres.

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